miércoles, 24 de febrero de 2010

Santa Paciencia


Las ocho de la mañana. Mi hora ideal para repasar las infernales partituras de A quiet place. Sumergida en la armonía compacta y llena de alteraciones de los Take 6, me meto en el vagón del metro en hora punta, también compacto y lleno de gente alterada (con bemoles, especialmente). Se me ocurre pensar que no hay nada más alejado de la canción que lo que estoy viviendo, y que probablemente hace mucho tiempo que no estoy tan cerca de un hombre como lo estoy en este instante del tipo con el que me toca compartir un cuarto de metro cuadrado durante siete paradas.
Pero no pasa nada. Soy una chica de Capital City. Me entrego a las aglomeraciones como los santos a sus martirios.

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