domingo, 21 de febrero de 2010

El aburrimiento agudiza la curiosidad


Estoy autocastigada en la biblioteca. No voy a salir de aquí hasta que termine las espina...la nueva entrega del TFC. Cómo de normal, el cargador del pórtatil que mi querida facultad me presta no funciona (porque tienen esa manía de enrollar el cable ¡a ver cúando aprenden!) así que me toca subir y bajar cansinamente los cuatro pisos desde la guarida del bibliotecario hasta el torreón de castigo. En uno de esos viajes, el cable del cargador se descuelga y empieza a tocar una por una las barras de la barandilla metálica de la escalera.

Raplim, plim, plim, plim.

Suena tan bien que no parece casual. Me paso un rato investigando el sonido del instrumento improvisado. Es divertido porque cambia según la velocidad a la que bajas o subes. Si bajas a toda pastilla, suena como si te deslizaras a toda velocidad por las teclas de un xilófono (metálofono para ser exactos).

Y luego, cuando vuelvo obedientemente a mi castigo autoimpuesto, me entra tristeza porque sólo se me ocurre una persona en el mundo que pueda valorar en su justa medida el descubrimiento y ha desaparecido de mi vida de la noche a la mañana.

1 comentario:

Murmi dijo...

¡Esto hay que verlo en directo! ;)