domingo, 20 de septiembre de 2009

Pink Camino

Ayer terminamos a chupitos de Pacharán por las calles de Santiago. Lara se ha ido esta mañana y me ha dejado yogures en la nevera comunitaria del albergue y un regalito en el zapato, como si fuera una Reina Maga. A parte de eso nada. Ayer en la cena ya me dí cuenta que la chica del camino Sanabrés no había entrado en la cocina ni a curiosear. Estuve tentada a aprovecharme de su fraternidad peregrina, pero me pareció tan maja y confiada que no me atreví. Cosas de la ética bollo.

Es lo que tiene el Camino: todas las mujeres que circulan por aquí acaban desprendiendo cierto aire bollo y al final, te confundes. Por las mañanas te levantas en el albergue y ahí estamos todas, cepillándonos los dientes al unísono vestidas a lo Pink ride. El pelo corto o mega recogido, cero maquillaje, nada de accesorios inútiles, de estilo deportivo hasta la ropa interior (y casi todo marca quechua, que parecemos sacadas del catálogo de Decathlon). Hay días que parecemos la versión femenina de los Village People, entre las vascas con el frontal en la cabeza, las japos despeinadas, las suecas con las trenzas y las camisas de cuadros...

viernes, 18 de septiembre de 2009

Santiago

Desde que he llegado a Santiago todo me sale a pedir de boca (me encanta esta expresión).

- Me han dado la Compostelana, y eso que en mi credencial hay más sellos de bares que de iglesias.
- Ha salido el sol para que pudiera ver bien la Catedral.
- He encontrado un albergue barato, hippioso y encantador.
- Al entrar, he coincidido con unas peregrinas vascas que conocí en Portomarín y a quién creía que ya no volvería a ver (su ritmo era inalcanzable). Ellas ya se iban, así que me han regalado sus mapas y los bonos de transporte.
- Me he ido a comprar pequeños lujos que antes (por el peso) no me podía permitir: suavizante, crema hidratante, cacao, unas bambas...¡y toda mi ropa está limpia y seca! (lavar la ropa a mano con el agua helada de Galicia te hace reverenciar los electrodomésticos)
- Después de ponerme todas mis cremitas, he conocido a la compañera de litera. Es la primera chica que conozco que también hace el Camino sola, y además ha venido por el Sanabrés, que es agreste y auténtico. Para celebrar la ocasión la he invitado a cenar, y ella, a visitar juntas Finisterre. Lo bueno de todo esto es que, vaya como vaya la noche, terminaré durmiendo justo, justo, a su ladito :)

jueves, 17 de septiembre de 2009

Retranca gallega

Estoy comiendo un bocadillo (de tortilla) en Salcedo, a 25km de Santiago. Está lloviendo a mares y estoy empapada, así que he decidio hacer un alto en el camino. No tiene pinta de querer parar de llover. Me encanta el sentido del humor gallego:

Ciclistas gallegos a un señor mayor (Pepiño):
No llueve muy a menudo por aquí, ¿eh?

Pepiño:
Nooo, qué va, aquí no.
Aquí dentro
(del bar) no llueve casi nunca. Ahora, si me dices fuera...

Pepiño tiene más de noventa años. Se me acerca a preguntar de dónde vengo, hacia dónde voy...o eso creo, porque habla en gallego y entiendo la mitad.

Pepiño
¿Y tu marido ya te deja ir sola?

Miti

No estoy casada.

Pepiño

Pero tienes novio...

Miti

No, estoy soltera.

Pepiño

¡Pero cómo! ¿¡Y eso por qué!?

Miti

Pues no sé, ya se lo preguntaré al Apóstol cuando lo vea.

Pepiño

Uy no, para eso no te fíes de Santiago, que su caballo da muchas coces (¿?). Yo siempre he sido soltero, y ¿ves?, estoy de maravilla. Me gusta acompañarme de mujeres jóvenes, pero claro, a mis noventa años luego no puedo hacer nada...

Me lo dice tan serio que por un momento creo que le he entendido mal...pero no, qué va. El tio se parte de risa y nos invita a orujo de hierbas a todos: ¡Al mal tiempo buena cara!

martes, 15 de septiembre de 2009

En Camino


Hay algo mágico en estos bosques. Aunque me duelan los pies y me pese la mochila, estoy feliz de haber venido. A ratos la gente me acompaña durante unos kilómetros y me cuenta su vida. Luego nos quedamos a solas el bosque, las vacas y yo.
No sé si estoy arreglando el mundo desde aquí, la verdad. Cuando estoy caminando no puedo pensar en nada. Todas mis fuerzas se van en aguantar los veintitantos kilómetros de cada día. Pero quizá se trate de eso, de no pensar. Caminar por aquí es como pensar con los pies. Quizá tocaba darle un respiro a la cabeza y cuando la vuelva a conectar esté más inspirada para saber qué hacer con mi vida.
O quizá tenga que estar más al límite de mis fuerzas para tener revelaciones y esas cosas. Lo único que sé es que cúanto más me acerco a Santiago, menos quiero llegar.

martes, 8 de septiembre de 2009

Mi hermano empieza el curso y yo lo termino

El despacho de mi profesor de teoría de la imagen está en la octava planta. Desde ahí se ve el mar (brillante y gris como el asfalto de una carretera a pleno sol) y se cuentan catorce gruas de sendas obras. Inexplicablemente, toda la planta huele a canela. Huele más a canela que todas las pastelerías de Grecia juntas. Pero no hay nada dulce para mí ahí. El examen es un coñazo, eterno, complejo.

- Ya sabes: el objetivo del examen es demostrar que has leído las lecturas, que las has digerido y que eres capaz de hacer una lectura crítica y ponerlas en paralelo las unas con las otras. Supongo que es algo que, estando en cuarto, deberías saber hacer.

Sí, supongo. En realidad estoy en quinto y me sigue costando escribir cuando no tengo nada que decir (aunque este blog esté plagado de banalidades). Pero supongo que el hecho de haber vomitado seis caras de verborrea pseudoacadémica sobre la experencia estética y la autonomia de la imagen sin tener demasiada idea del tema me acreditan como una comunicadora a punto de licenciarse: así son los medios de comunicación,¿ no? Repletos de gente que habla sin saber de qué. Al final resultará que paradójicamente la carrera sí sirve principalmente para aprender el oficio.

Charlotte se ha licenciado. Me alegro tanto por ella. Yo me quedaré un poco más. O acabo la carrera o ella acaba conmigo, pero en cualquier caso esto será después. Mi maratón de septiembre se acaba aquí. Hoy celebro que, con suerte, ya tengo un año más y doce créditos más en mi haber.

Mis 23 no han empezado nada mal.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Summercat

Se supone que debería estar estudiando para los últimos exámenes de esta carrera que tampoco terminaré este año. He acabado con mi trabajo de azafata, así que vuelvo a medir mi metro setenta y a salir de casa sin peinar, sin maquillar, sin disfrazar. Al salir de la biblioteca a veces tropiezo con turistas que vuelven de la playa. Huelen a Aftersun. Me encanta cómo huele el aftersun, creo que guardaré un poco para colocarme con él durante el invierno. Lo que me mantiene viva en invierno es esperar el verano...

El fin del verano y la proximidad de mi cumpleaños suelen ponerme algo triste. Yo creo que Gatua se da cuenta, porque cuando me quedo en standby mirando al infinito se acerca a ronronearme. Le voy a echar de menos. La verdad es que mi Summercat me está echando un gran cable con mis padres estos días.

Mitilene preparando tabulé en la cocina para sus padres recién llegados de Creta
mama:
¿Y entonces, para qué estás estudiando ahora? ¿Y el trabajo ese?

Mitilene se ensaña con la menta mientras piensa que a veces se pasa de asertiva con la información, y que por ello, ahora le toca explicarle a mi madre, a la vez, que exactamente, exactamente, no me quedaba sólo el trabajo final de carrera y que, precisamente ese, se ha ido a la mierda...

Miti

toma aire, sin dejar de cortar la menta, cada vez más fina:
No lo voy a entregar este año. Pero como es una asignatura sin docéncia...me buscaré trabajo...y...lo iré haciendo...

Mi madre se larga de la cocina como si nada hubiera pasado y vuelve con Gatua en brazos:

Mamá (al gato):

¿Y esta quién es, eh pequeñín? ¿Es la que te dá de comer? ¿Es tu mamá? Sí, es tu mamá...ooh...

Mitilene alucina y piensa para sus adentros...¿Y tú, quién eres? ¿Dónde está mi mamá?

A veces cuando cocino aún te echo de menos


Iba mucho a ese restaurante. Era minúsculo, a medio camino entre mi casa y casa de tus padres. El dueño y camarero parecía un cowboy crepuscular sacado de alguna peli del Eastwood más reciente. Parco en palabras y sonrisas, pero buen hombre. Su mujer cocinaba las cosas más raras y buenas. Era una extraña mezcla entre restaurante de menú de barrio y cocina de autor sofisticada.

Entre semana, a veces desayunaba con Clemen. Los fines de semana, iba con mis padres a comer. En ambas facetas de mis vidas paralelas, celebrábamos las ocasiones especiales allí. El Llanero Solitario nunca pareció sorprenderse ante mi desdoblamiento de personalidad.

Le robé una receta. La fuimos perfeccionando durante meses. La robamos especialmente para esos vasitos bajos y anchos que compramos en Ikea, ¿o fue al revés? Ya no me acuerdo...