miércoles, 22 de junio de 2011

Azar

Llevo meses parada en una casilla, sin avanzar ni retroceder porque, sinceramente, hace tiempo que he perdido la concepción del tablero y del juego. Sentirme a la deriva no me gusta, pero cuanto más tiempo llevas perdido, más cuesta recuperar el norte.

Y de repente, hoy he llegado a casa sintiendo que he sacado un doble seis, sin siquiera proponérmelo. He aprovechado más el día de hoy que los últimos seis meses. He logrado hablar con mi jefa y que me escuchase, me han ofrecido un posible empleo, he puesto en marcha un proyecto nuevo, he cerrado una herida antigua, y además he ido a la autoescuela. Estoy en racha, chicas.

(Por fin, diría yo)

domingo, 12 de junio de 2011

En un estrechamiento, un gato y un peatón...

Ya tengo fecha para "subir" a examen (¿por qué se sube a los exámenes de conducir, por qué no se baja o te desplazas lateralmente hacia ellos?) Lo llevo mal, así que me paso el fin de semana haciendo test y maldiciendo los remolques y las motos con sidecar, que sólo salen en los tests para joder.

Comparto la terraza con la Gata Gris, la de los ojos verde-transparente. Siento afinidad con ese bicho. Se desparrama sobre la mesa de la terraza al sol, cerca de mí pero sin agobiar, (a una distancia de seguridad suficiente que le permita largarse si hago algo raro) y su cara de satisfacción es envidiable. De vez en cuando, abre un ojo, controla los pájaros de la encina, les echa una mirada indulgente y vuelve a lo suyo, con sus aires de estar haciendo lo más importante del mundo.

Ser gato debería estar en lo más alto de la escala de reencarnación.

viernes, 3 de junio de 2011

Bombera

Estoy de mal humor y me sulfuro con facilidad. Cualquier tropiezo me hace soltar fuego por los colmillos cual dragón milenario. Marla me ve empezando a sacar humo por la nariz, se acerca sonriente con una manzana en la mano, y me engancha la etiqueta en la cicatriz, apretando con el índice como quién le dá a un botón, cantando la marca de la manzana con redomada y cariñosa ironía: "¡churry!". Al instante, todas las alarmas de fusión del nucleo se apagan y el oxígeno vuelve a llegar a mi cerebro requemado, como si hubiera introducido a tiempo la contraseña para desactivar la catástrofe. Es cierto, me estoy volviendo ñoña a más no poder, pero la ternura contrarresta al monstruo cabreado.