lunes, 12 de abril de 2010

Mercancía

Ya he hablado antes de la Federación de Lesbianas y su obsesión por terminar con la soltería en el mundo. Lo mismo podrían hermanarse con la Federación de Organizadores de Mesas en Banquetes.

El sábado pasado, en un acto de buena voluntad, acompañé a mis padres a una boda. Los padres de la novia y los míos golfeaban por los mismos antros a mi edad. Yo y la novia habíamos jugado juntas de pequeñas, bueno, eso dice mi madre. Yo no recuerdo jugar con ella, la mala pécora se aprovechaba de que tenía dos años más para torturarme hasta que un día me dediqué a llenarle de alfileres el jersey, para que tomara nota de a quién no debía robarle los juguetes. Desde entonces, y hasta el sábado, no volví a saber de ella.

El caso es que al llegar al restaurante y consultar la disposición de los invitados resultó que, a diferencia de mis padres y de mi hermano, yo estaba separada en otra mesa. Pensé que se trataba de un error, pero la encantandora dama de honor responsable del asunto me aclaró, mientras se volvía a meter las tetas dentro del vestido, que todo estaba pensado por un motivo:

- Es que esta es la mesa de los primos solteros.

Y la muy zorra...¡me guiñó un ojo!
Que podría haber sido la mesa de las primas solteras. De las primas bolleras solteras. Pero no. Era la de los primos pedantes estudiantes de ESADE solteros. La mesa de los tíos que ríen tus gracias igual que reirían tus pedos, porque la dama de honor ya les ha dicho que soy la única soltera en la sala menor de 30 con la que no comparten información genética. Yo era mercancía. En concreto, llegué a la conclusión de que había sido cruelmente vendida a un tipo, músico de conservatorio, gestor cultural en el ESCAC, acento de Diagonal para arriba, gran aficionado al pádel y a la vela, que misteriosamente conocía mi vida y milagros y era el prototipo del fantasmón.

El tío no paraba de hablar de sí mismo y de lo guay que era, así que al llegar a los postres servidora estaba al borde del suicidio. Me levanté, intentando parecer muy digna con mi vestido, y me esfumé con la excusa de ir al baño. Decidí darme un largo paseo por el restaurante mientras planeaba la huida, cuando tropecé con uno de los primos, con el que apenas había hablado. Estaba sentado en un banco del jardín, al sol. Cambié de dirección intentando evitarle, pero me vió:

- ¿Ibas al baño? Porque está por ahí.
- Eeeeh...sí...no...bueno, estaba dando un paseo.
- Ya...(silencio). Es que mis primos son un coñazo. Bueno, todos no. Luís, Luís es un coñazo.
- Buenoooo..., es que.... habla mucho.
- Que no te cortes, que yo no lo trago. Y además, la imbécil de Claudia siempre nos sienta en la misma mesa. Como somos solteros...qué manía, joder. ¿Habrán servido la tarta ya?
- No creo.
- Pues yo me largo, con tarta o sin tarta, que hay partido. ¿Te bajo a Capital City?

Mis ojos dijeron "¡Sí, quiero!". No es que fuera mi tipo, pero ¿ ves?, al final uno de los primos solteros sí supo que decirme para conquistarme.

2 comentarios:

Pipachic dijo...

Pues si no fuera por el tono más que irónico de la entrada, diría que es la típica escena de peli de amor pastelona XD (También conocido como recurso "Esta fiesta es una mierda ¿nos vamos?")

¿Y dices que nadie le ofreció un camello a tus padres a cambio de tu mano?

mitilene dijo...

Estoy segura...espero que me vendieran a buen precio. Yo juraría que el primo que me bajó a la ciudad era gay, pero tampoco entré a preguntarle...