domingo, 25 de abril de 2010

Capullos al poder

Llevo el fin de semana en la biblioteca. Al final, me he remangado y me he metido en el cuerpo del trabajo, aquella parte tan minuciosa y tediosa que he estado evitando hasta ahora pero que, por desgracia, tiene el pequeño defecto de ser la más importante: el análisis. Tengo una montaña de trabajo de proporciones mitológicas, a la velocidad que voy mis opciones de entregar en junio pasan forzosamente por amaestrar monos, vender mis futuros hijos a duendes maliciosos o experimentar con substancias desconocidas con la esperanza de adquirir superpoderes académicos.

Septiembre, pues.

Ayer, al salir a hacer mi pausa del café, me encontré con la única otra persona capaz de estar en la biblioteca un sábado tan soleado: Charlotte. Charlotte estaba cabreada, y con razón. El día anterior había ido a cenar con un tipo, que al parecer, era perfecto, y ya sabemos lo difícil que es encontrar a gente perfecta. Sabemos que la gente especial no abunda, sin embargo, cuando les encontramos los reconocemos inmediatamente. Algo así pasó durante la cena, y Charlotte ya preveía terminar la noche en su casa, cuando el tipo, tras jugar con ella y reconocer abiertamente que había una atracción mútua, le contó desapasionadamente que el sábado por la noche había quedado para follar con una de sus alumnas veinteañeras. Algo así cómo : "Siento algo muy especial entre nosotros. No como con la que me voy a follar el sábado. Pero bueno, prefiero tener rollos así".

Una se pregunta, ¿para qué decirlo? Lo mejor es que no es un hecho aislado. El mundo está lleno de tíos, y de tías, que nos dan más información de la que necesitamos, y encima, se vanaglorian de ser transparentes y sinceros, como si el problema fuera que el resto de la gente no es suficientemente fuerte como para aceptar la realidad. ¡Y una mierda! La realidad es que ser un capullo arrogante es infinitamente más fácil que intentar ser educado y elegante. Pero esas cualidades, ya ves, cada día estan más infravaloradas. Defender y practicar el savoir faire es colgarse un cartel que dice "hola, soy carca, soy tu abuela". Poned la tele y mirad qué personajes estamos ensalzando, qué comportamientos sociales. Lo que se lleva es la total falta de empatía. Y que conste que la culpa no es de la tele. La tele sólo refleja y nos prepara para lo que viene:

La sociedad sociópata, la era de los capullos.

2 comentarios:

Pipachic dijo...

Lo gracioso de este asunto es que seguramente el tipo iba a pasar el sábado sentado en calzoncillos en el sillón de su casa, rascándose ocasionalmente la huevera y consumiendo porno gratuito, y lo único que quería era apelar al posible instinto competitivo de tu amiga.

Es lo único bueno que tienen los capullos: que los ves venir como un dolor gástrico el día de la cena de navidad cuando vas por el octavo polvorón.

miti dijo...

¿Tu crees? A mi últimamente la gente me sorprende. A ver, que fantasmones y capullos arrogantes los ha habido siempre, pero ahora lo veo en gente aparentemente normal, gente de quién no te esperas algo así...no sé. Charlotte le llama al culebrón "amar en tiempos modernos".