martes, 5 de julio de 2011

Arrancar-frenar

Hay tres pedales y yo sólo tengo dos pies torpes. Mi profesor de la autoescuela se lamenta por el sufrimiento que infrinjo a su querido coche, sin tener en cuenta que yo también estoy sufriendo y que podría haber matado ya a más gente de la que se lo merece. Los peatones que cruzan sin mirar deberían saber que están viviendo peligrosamente y deberían sentirse agradecidos con la vida, que les regala una segunda oportunidad cada vez que nos encontramos.

Arranco bruscamente. De repente, he encontrado la maldita manera de quitarle el freno de mano a mi vida. He medio convencido a mi jefa para que me dé una oportunidad, y ahora sólo queda que yo me convenza del todo que puedo hacerlo. He comprado unos billetes para irme de vacaciones con Marla. He hecho cien mil planes para el año que viene, con la ingenuidad temeraria de quién de repente comprueba que el coche funciona y que incluso acelera si le das gas.

No sé frenar a tiempo, y cuando me doy cuenta, me jodo a mí, al coche y a las cervicales del personal que va conmigo. Me he dado cuenta que debería calcular con más previsión y empezar a reducir velocidad ahora, antes de estrellarme contra la realidad y sus semanas de sólo siete días con sólo 24 horas en septiembre.

Arrancar-frenar. Ya, ya sé que todo esto es muy básico. Pero qué quereis, sólo llevo dos prácticas.

1 comentario:

Murmi dijo...

jajaj. El secreto está en el punto de inflexión del embrague, que por suerte o por degracia, ¡en cada coche es distinto! Y además está situado a milésimas del calado.