martes, 16 de noviembre de 2010

Sa matao Paco

El corredor de fondo se hace, el sprinter, nace. Soy un bicho perezoso y sedentario, pero mi genética me favorece. Tengo bastante calculado que, si al abrir la puerta del ascensor oigo el motor del autobús 65 parado en el semáforo de enfrente, tengo tiempo justo para lanzarme en una carrera suicida y lograr atraparlo en su parada tres calles más abajo. Por supuesto, hay factores colaterales: el calzado influye, y también los trastos: si llevo el bolso en bandolera, lo sujeto bajo el brazo como un balón de rugby, por lo de la aerodinámica. Además, si es de día, hay más gente en la calle (más obstáculos) pero también más cola en la parada (más segundos estacionado). Sí, muchos años de cálculos y entreamiento, me han hecho una crack. Los conductores me felicitan.

Ahora estan haciendo obras tres calles más abajo y han puesto una parada provisional justo enfrente de mi portal. Al bicho perezoso y sedentario casi le da algo cuando lo vimos. Consideré encadenarme a la parada antes que permitir que la devolvieran a su sitio, hasta este sábado.

El sábado salí del ascensor y oí el run-run del motor del 65. Estaba parado, en la nueva parada. La puerta de mi casa prácticamente coincidía con la puerta del bus, que estaba abierta. La última persona de la cola estaba a punto de subir. Tenía tres segundos para abrir la puerta y, desesperadamente, intentar saltar dentro. Lo intenté. Pero yo soy sprinter, no hago salto de longitud. Resbalé, mis piernas se elevaron por encima de mi cabeza y me pegué un leñazo antológico. Llevo dos días viendo las estrellas al sentarme y con un moratón descomunal en un sitio que induce a la broma fácil. Bien pensado, la parada estaba mejor dónde antes.

1 comentario:

Murmi dijo...

Vísteme despacio, que tengo prisa... Era algo así, ¿no?