miércoles, 3 de noviembre de 2010

Llanes-Poo

Es un albergue privado (entiéndase, me ha costado dinero) que construyeron dentro de una antigua estación de tren. Soy la única húesped esta noche y esta casa cumple con todos los requisitos para la Casa de una Bruja de uno de mis libros favoritos de la infancia, el Manual de la Bruja. Llevo media hora desnuda en la ducha. No hay agua caliente. Mierda.

Contemplo la posibilidad de enrollarme en la toalla y bajar a la recepción a poner el grito en el cielo. Pero al final, me vence el decoro. Maldiciendo en arameo, salgo de la ducha con la toalla, voy a la habitación, me pongo mi único recambio de ropa limpia, sin ni siquiera ponerme ropa interior, que me da pereza, y bajo a hablar con la bruja.

Que no, que sí hay agua caliente. Lo que pasa es que la casa es grande, está vacía y la caldera es vieja. Gracias a Dios. Vuelvo a subir y me dispongo a esperar a que la caldera decida trabajar. Al final, antes de helarme en esa ratonera, me ducho con agua templada (por decir algo amable) y...

...mierda. ¿Dónde está la toalla? Sí, justo ahí dónde la he dejado la última vez: en mi habitación. Oh, joder, por qué soy tan inútil.

Estoy empapada. Secarme, o tan siquiera ponerme la ropa es inviable: la necesito. Por otro lado, hasta hace una hora estaba sola en el albergue. Lo pienso diez minutos. Los dedos de los pies empiezan a lucir un bonito color morado. Saco la cabeza por la puerta del baño: despejado.

Así es como acabé completamente desnuda en medio del pasillo del cochambroso albergue de Llanes, intentando abrir desesperadamente la puerta de mi habitación.

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