lunes, 21 de junio de 2010

Normalidad



Acabo de hacerme la cera. Siempre que salgo de aquí pienso que son los veinte euros mejor invertidos del mes. Mis piernas, de un blanco nuclear, asoman debajo de mi vestido favorito y toman contacto con el mundo después de un invierno eterno. Estas cosas me hacen feliz. Cruzo la plaza Osca, hace sol, los niños juegan, la gente en las terrazas de los bares, son las siete de la tarde y es la hora perfecta para la cervecita.

Una pelota cae a mis pies. Una niña de unos seis años viene a buscarla. La recoge, y da media vuelta, entonces se para delante de un señor, que la saluda por su nombre y le dice "¿Qué tal tus madres?" La niña sonríe y señala hacia una de las mesas del bar. Dos mujeres levantan una mano y nos dicen hola.

Hola, hola. Cómo me gusta el verano, cómo me gusta mi ciudad.

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