jueves, 10 de mayo de 2012

Inerte


Estoy muerta, tirada atravesada sobre mi cama prestada. De repente me dá por mirar debajo y descubro una auténtica civilización de pelusa y polvo con pinta de haber habitado ese lugar suficiente tiempo como para organizarse jerárquicamente y tener lengua y cultura propias. Uf. Ahora no. Doy media vuelta. En el tejado del edificio de enfrente, un colegio, unas estatuas humanoides me miran ligeramente sonrientes. La mayoría son niños con el torso semidesnudo. Arquitectos modernistas perversos.
No sé qué hacer con mi vida.
Esta mañana me has tirado sobre esta misma cama, jugando y diciendo pornotonterías que sabías que no ibas a cumplir a esas horas y con esos pelos. De repente, estando cara contra cara, tu cuerpo inmovilizando el mío, vas y me sueltas algo como: "creo que no eres feliz". Me he reído. Pero iba en serio, y has clavado el cómo, el cuándo y el por qué. Tampoco le has dado más importancia. Lo has hecho sin trascendencia, como si no te dieras cuenta de que me estabas leyendo hasta los números de serie. Me has lanzado un par de mordiscos de fogueo mientras asegurabas dulcemente que me querías, y te has ido a trabajar. 
Me doy otra vuelta a la cama y vuelvo a reencontrarme con la reina pelusa y su corte. Esta habitación está llena de cosas vivas, antiguas e inertes, como yo.

No hay comentarios: