domingo, 31 de octubre de 2010

Comillas-Colombres

Cuando llegué a Santillana, decidí quedarme. Era precioso. El día siguiente, pensaba andar hasta San Vicente de la Barquera, pero Comillas me cautivó, y me quedé. El quinto día, cruzando la ría para entrar en San Vicente, me quedé embobada mirando una mariposa y supe que si no le ponía remedio, volvería a retrasar mi viaje un día más. ¡Yo tenía un vuelo de vuelta en Oviedo! Así que apreté el paso. En mal momento.

Ese día me quemé la cara del sol, me quedé sin agua en medio del monte, me perdí durante cuatro quilómetros (de ida, más cuatro de vuelta), y no encontré un puto pueblo habitado dónde hacer la cerveza antidesesperación (es una técnica que aprendí de un colega australiano: cuando el Camino te putea, hay que beber, beber, beber.) El pie izquierdo empezó a matarme. Decidí quedarme en el primer hostal/pensión/hotel que encontrara, ya que en un arranque de optimismo había dejado atrás el albergue de Serdio y ya se sabe, no vale retroceder ni para tomar impulso.

Al otro lado de la Nacional, a punto de entrar en Pesués, unos señores se tomaban los gintonics de las seis de la tarde. Me hicieron señas para que cruzara y me invitaron a tomar algo. (Seh, las peregrinas solitarias y sudadas obtenemos mucha colaboración por parte de los lugareños aburridos). Entre estos y los abuelos del pueblo, me convencieron de que siguiera un poco hasta el albergue de Colombres. Este pueblo no figuraba en mi guía y yo ya había aprendido a desconfiar de las indicaciones. ¿Seguro que no me quedaré tirada en medio del bosque? Que casi son las siete y media de la tarde...Que no, que no, que en cuarenta minutos estás ahí, seguro.

Al final les creí. Eché a andar, y efectivamente, en media hora había llegado a Unquera, justo al lado de Colombres. Estaba eufórica. Ví un cartel que ponía: Albergue, 1km. Más feliz que una perdiz, me fuí al súper y compré cena y desayuno. Cargada con las bolsas, me metí en el camino. Puede que sólo fuera un kilómetro, pero era la PUTA SUBIDA MÁS EMPINADA DEL MUNDO. Casi llegué al pueblo a rastras. Eran las ocho de la tarde, estaba oscureciendo. Había andado más de 30km, casi ocho horas. Hubiera matado por poner el pie en agua fría.

Y entonces llego al albergue y....estaba cerrado a cal y canto. Lo habían cerrado la semana anterior. Casi lloro.

Sin embargo, esa noche dormí mejor que nunca. Fuí la reina del polideportivo de Colombres. Completamente sola, con toda la pista para mí, montones de colchonetas, un radiador, incluso una radio. El director me trató como a una reina, incluso abrieron la cafetería para mí. Y me hizo un croquis a colores de la etapa del día siguiente. Lo voy a enmarcar.

1 comentario:

Murmi dijo...

¿Un polideportivo para tí sola? Quina por! Almenos yo no creo que hubiera dormido "mejor que nunca".
Petons excursionista! Quina matada que t'has fotut, enorabona :)