jueves, 15 de septiembre de 2011

BolloEsponja

Es sábado. Marla y yo hemos salido de fiesta con unos amigos y acabamos en Enfants. Estamos bailando y haciendo un poco el tonto, yo me muero de calor. Me voy a buscar una copa y me siento un momento.

Un tipo clavado a James Frain se me acerca. Ya lo he visto merodear antes, pero no me da tiempo de escapar. Con infinito morro, me suelta:

- Oye, ¿qué haces aquí sentada? Ve y síguele el rollo a tu amiga, que me gusta mucho. Estoy por comprar palomitas.

Y lo dice con una gran, bonita, sincera sonrisa.

Será imbécil. Es el colmo del voyeurismo. Es como si tu vecino mirón te gritase por la ventana: ¡No, así no, el otro perfil, que me gusta más! Es humillante, no sólo invade tu intimidad, encima, te tiene que gustar. Eres BolloEsponja, la amiga de los niños, y te pagan por hacerme feliz. Y algunos me dirán que eso me pasa por no ir a sitios de ambiente, como si me lo mereciera por escapar de la reserva sioux.

¡Cúantos insultos y frases mordaces podría decirle ahora! Pero en el momento me limité a atragantarme con el gin-tonic y a pedirle que se largara con un gruñido sordo. ¿A cúantos idiotas tendré que aguantar hasta tener los reflejos para partirle la cara a uno?

No hay comentarios: