jueves, 19 de junio de 2014

Madreselva

Hoy he vuelto al barrio, y he repetido accidentalmente ese camino que tantas veces hice de cría, cuando me escapaba de casa de mis padres para venir a buscarte a casa de los tuyos. Vivíais en un edificio altísimo, como una princesa en la torre más alta del castillo, justo al lado de dónde Barcelona pierde su nombre. Eran unas calles feas de frontera y vías del tren, bandas latinas, antiguas fábricas y farolas que no funcionaban. En la esquina, justo enfrente de las vías, había una casita, atrapada entre los edificios y el tren, que sobrevivía rodeada de un jardín en el que apenas cabían dos árboles raquíticos y una madreselva, que desbordaba salvaje por la valla y acariciaba a los transeúntes. Solía esperarte allí, y robarle flores. Recuerdo el olor intenso que desprendían y el corazón a punto de saltarme por la boca, esperando que aparecieras. Ya no existe nada de todo esto. Han reformado las aceras y borrado todo rastro del jardín, de las flores, de nosotras.

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