viernes, 3 de junio de 2011
Bombera
Estoy de mal humor y me sulfuro con facilidad. Cualquier tropiezo me hace soltar fuego por los colmillos cual dragón milenario. Marla me ve empezando a sacar humo por la nariz, se acerca sonriente con una manzana en la mano, y me engancha la etiqueta en la cicatriz, apretando con el índice como quién le dá a un botón, cantando la marca de la manzana con redomada y cariñosa ironía: "¡churry!". Al instante, todas las alarmas de fusión del nucleo se apagan y el oxígeno vuelve a llegar a mi cerebro requemado, como si hubiera introducido a tiempo la contraseña para desactivar la catástrofe. Es cierto, me estoy volviendo ñoña a más no poder, pero la ternura contrarresta al monstruo cabreado.
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